De los antiguos oficios que hoy sobreviven, el de pastor es al que más debemos cuando hablamos de disfrutar de la carne de cordero. Bien es cierto que en la Península Ibérica hemos criado corderos desde el Neolítico y que esta labor ha sido sustento a los largo de la historia de la economía de nuestro país. Pero si hay algo por lo que realmente agradecemos a los pastores su trabajo, es por dar grandes alegrías al paladar. El oficio de pastor fue y sigue siendo el responsable directo del sabor de la carne de cordero y de que ésta llegue a nuestras mesas y nos haga disfrutar.
Como decíamos en el artículo El oficio del pastor, el pre-chef del cordero , los pastores son los “padres” de los corderos; los cuidan, los alimentan y los miman desde el mismo día en que nacen hasta el momento de su partida. Pero hacer este trabajo no es sencillo. El pastor no nace, se hace, y para realizar correctamente su trabajo necesitan maestros de los que aprender.
La formación de los pastores ha cambiado mucho a lo largo de los años, pero no así la metodología básica. A ser pastor de corderos se aprende de otros pastores.
De zagal a mayoral: La formación tradicional de los pastores.
Antiguamente los pastores aprendían su oficio desde pequeños, frecuentemente enseñados por sus propios padres y abuelos en una tradición que pasaba de generación en generación. “El zagal o rapaz” era un muchacho muy joven, apenas un niño que empezaba su formación acompañando a los pastores con más experiencia en sus salidas al campo y en el viaje transeúnte.
Frecuentemente, estos jovencitos aprendían las distintas tareas a realizar en función de las necesidades del trabajo y a medida que interiorizaban las tareas iban subiendo en la pirámide de mando del escalafón pastoril. Primero zagal, luego sobrado, persona, ayudador, así hasta llegar a compañero y finalmente a mayoral. Este era el más importante de los pastores y responsable máximo de los rebaños.
Hoy en día esto ha cambiado notablemente. La demanda de pastores del sector ovino continúa, pero los niveles de especialización son mucho mayores. El aprendizaje de las nuevas generaciones de pastores debe estar orientado a las políticas de desarrollo rural actuales, incluir la contribución de las nuevas tecnologías a la labor y mantener determinadas tradiciones, que de otra forma se perderían. ¡Hoy los pastores van a la escuela!
La formación de los pastores: Las escuelas de pastores.
Una de las labores fundamentales de las escuelas de pastores la de revalorizar la figura del pastor y asegurarse el relevo generacional. Lo cierto es que el trabajo de pastor, se acerca peligrosamente cerca de ser considerado un oficio en peligro de extinción. Uno de los grandes retos a los que se enfrenta en el de motivar y encontrar a nuevos postulantes dispuestos a desempeñarlo. El de pastor ya no es un oficio de subsistencia, sino un oficio capaz de ofrecer un futuro apetecible a los jóvenes.
Además, los pastores son una pieza fundamental en la economía de las zonas rurales. Son piezas indiscutibles para la conservación de los ecosistemas y además, son imprescindibles para poder continuar disfrutando de rica carne de cordero.
Por esa razón nacieron las escuelas de pastores. La primera de ellas fue fundada por el Gobierno Vasco en 1997 y, desde entonces, han aparecido más instituciones de este tipo en diferentes localizaciones de nuestro país. Asturias, Andalucía, León, Castilla-León, Castilla-La Mancha o Cataluña acogen escuelas de pastores, unas públicas y otras privadas, pero todas con el objetivo de formar nuevas generaciones de pastores.
La oferta formativa de estas escuelas se suele dividir en dos bloque fundamentales. Por un lado, la actualización de los pastores en activo, dirigida a mejorar técnicas y a aprovechar las capacidades de las nuevas tecnología empleadas en el desempeño de los pastores. Con ello se logra modernizar la actividad sin privarla de sus valores tradicionales.
Por otro lado, los jóvenes que lo desean se forman para ejercer la profesión de pastor. Buena parte de estas nuevas generaciones llegan al mundo rural desde las ciudades.
Como en una escuela al uso, los futuros pastores reciben formación teórica de las manos de técnicos, pero sobre todo y lo que es más importante, allí reciben formación práctica impartida por unos profesores de excepción: pastores en activo. Los pastores de hoy se convierten en tutores de los que cuidarán los corderos mañana. Ellos les transmiten con paciencia y tesón su profundo conocimiento de la actividad, pero también del medio rural donde deberán desenvolverse.
Profesores y alumnos conviven en compañerismo atravesando majadas y pastos, ayudando a las ovejas con sus problemas cotidianos, viendo nacer a los corderos, alimentándolos y cuidándolos hasta el momento de verlos partir.
Así es la formación de los pastores de hoy. ¿Conoces a alguien interesado en ser pastor?