Un estilo de vida sosegado, rodeado de naturaleza, alejado del estrés y de los problemas que suelen tener las ciudades como el tráfico, las prisas y los molestos ruidos… Así se vive con el pastoreo, uno de los oficios más antiguos del mundo. Ya que desde tiempos bíblicos se hablaba de la importancia que tenían los pastores en la sociedad. De hecho, debemos retroceder al año 3.000 a.C para poder delinear el comienzo de este oficio milenario, cuando comenzó a abandonarse la caza como principal modo de supervivencia y comenzaron a domesticarse animales para el consumo humano. Sin embargo, este oficio tan apreciado en antaño, actualmente ha perdido popularidad y el pastoreo se ha convertido en un oficio en vías de extensión.
Hoy en día pocos son los niños o jóvenes que sueñan con dedicar su vida a cuidar de las ovejas. La sociedad moderna nos ha inculcado desde pequeños unas profesiones que suelen ir desde áreas como la medicina, arquitectura, periodismo hasta la economía. Pero ¿qué sucede con aquellos oficios que no tienen visibilidad y que se reservan únicamente para los habitantes de áreas rurales? El oficio de pastoreo está desapareciendo. Resulta poco atractivo y muy sacrificado para las generaciones más jóvenes. Y los pastores no encuentran aprendices, también conocidos como rabadanes. Ante este contexto, el futuro es poco prometedor.
Quienes sí apuestan por el pastoreo son, en su mayoría hijos de pastores que han vivido el oficio desde pequeños. En este artículo comentamos los motivos por los que el pastoreo es, en la mayoría de los casos, una herencia familiar.
Vocación familiar muy arraigada.
El trabajo de pastor, hasta hace poco, pasaba de generación en generación. Los hijos siempre se han criado en este entorno. El pastoreo, para los hijos de los pastores, ha sido parte de su infancia. Es por ello que aprenden el oficio instintivamente, desde pequeños, observando a sus padres en el día a día y éstos confiando en ellos para que sepas manejarse con destreza con un rebaño.
Quienes no han vivido desde la infancia este oficio les resulta más complicado sentirse atraídos por él. No obstante, como vimos en el artículo “¿Cómo se aprender a ser pastor”? existen escuelas para quien quiera aprender este oficio
Aman los animales, especialmente las los corderos, las ovejas y los perros.
Otro de los principales motivos por los que los hijos de los pastores se dedican a este oficio, es por su amor incondicional a los animales, y especialmente a los corderos, ovejas o cabras. El pastor es el encargado de buscar pastos para que el rebaño se alimente, debe de levantarse a las seis de la mañana para ordeñar a las ovejas, esquilarlas al menos una vez al año y en general, se debe de preocupar cada día por su cuidado.
Además, los hijos de pastores saben que sus compañeros de oficio son los perros. Se han criado junto a ellos y conocen la labor e importancia que tienen para gestionar el trabajo del pastor. De hecho, son conscientes de que sin los perros su trabajo no sería posible. ¿Quieres saber con más detalle cuál es el papel del perro pastor en el cuidado de un rebaño? Entonces lee atentamente este artículo: “El trabajo del perro pastor o cómo guiar a un rebaño de ovejas”.
Les apasiona trabajar en la naturaleza.
El campo, la brisa del monte, el ruido de las hojas…Un escenario muy idílico, pero la verdad es que no a todas las personas les agradaría trabajar al aire libre. Ser pastor es trabajar de sol a sol todos los días del año, haga fría o calor. Y bien lo saben los hijos de los pastores.
Sentir pasión por la naturaleza es aceptarla en todas sus vertientes. Días
soleados primaverales, paseos a la orilla de ríos, el cantar de los pájaros…
pero también días largos y fríos, caminos empedrados de difícil caminar o días
caluroso sin una sombra donde cobijarse.
El pastoreo es un oficio para disfrutar del campo, para entretenerse con las cosas más sencillas de la naturaleza y para cuidar del rebaño toda su pasión, dedicación y entrega. Quien ama el pastoreo, ama la naturaleza.
Disfrutan de la soledad.
En las zonas rurales, agravado los últimos años por el éxodo rural, la soledad es un vecino más. Los hijos de los pastores saben qué es educarse en escuelas con pocos niños o tener que trasladarse varios kilómetros cada día para ir al instituto. Su círculo de amigos se reduce, y a determinadas edades, muchos de ellos deciden emigrar a grandes urbes como Zaragoza, Madrid, Barcelona… para así labrarse un mejor porvenir.
Quienes deciden quedarse a vivir en las zonas rurales y continuar con el pastoreo son gente activa y cualificada, pero que no les gusta trabajar rodeado de bullicio. Prefieren la tranquilidad del campo, el sonido de la naturaleza, que el estresante bullicio de las grandes urbes.
Como citábamos en párrafos anteriores, es posible formarse en escuelas de pastores y aprender la metodología para ser pastor de ovejas. Pero en la mayoría de los casos de quienes sí apuestan por continuar con este oficio, las motivaciones responden a lo ya apuntado: vocación y arraigo familiar, pasión por los animales, la naturaleza y por querer una vida tranquila, y en muchos casos, en soledad.
Y para que este oficio perdure, y las zonas rurales no se vean abocadas a la despoblación, el consumo de carne de cordero y lechal se hace necesario.