Desde el mismo momento en el que nacen, los corderos viven y crecen en familia. Entre ellos se dan cobijo, se cuidan y protegen como el gran clan que son, siempre bajo la atenta mirada del pastor y sus fieles perros pastores, quienes supervisan a los corderos durante toda su vida para que nos les falte de nada; asegurando la óptima y sabrosa carne que luego llega a nuestros platos. Podría decirse que el pastor es el padre dedicado de una familia numerosa llamada rebaño.
La carne de cordero que podemos encontrar en el mercado es una de las carnes más naturales que podemos consumir, gracias a la forma en la que estos animales son criados, de una manera 100% tradicional, que asegura una carne tierna y deliciosa con el sabor inconfundible de las cosas hechas con dedicación y sin ningún elemento artificial; de la misma manera que se ha hecho siempre: en familia.
Los meses comprendidos entre junio y diciembre son los meses más óptimos para la concepción del cordero, quien tras 5 meses de gestación suele estar listo para nacer. Normalmente los corderos vienen al mundo de uno en uno o en parejas pero, en otras ocasiones, algunas hembras pueden llegar a alumbrar hasta siete u ocho corderos a la vez. No siempre es necesario pero algunas veces, sobre todo cuando se trata de partos múltiples, el pastor puede ayudar a los corderos a venir al mundo; creando ya un vínculo con él desde sus primeros minutos de vida y dándole la bienvenida como nuevo miembro de la gran familia a la que pertenece. Durante sus primeros días los corderos suelen permanecer en los cobertizos de paritorio para protegerlos de los depredadores, pero pronto serán presentados al resto del rebaño. No sin antes recibir los anticuerpos necesarios del calostro de sus madres y ser vacunados.
Una vez superado este primer período, el cordero es trasladado al redil con el resto de sus hermanos y hermanas para vivir en un entorno natural y libre de preocupaciones por el resto de su vida. La jornada del rebaño comienza bien temprano, sobre las 6 de la mañana, ya que a los corderos no les gusta el calor y el pastor, que los conoce bien, los lleva al pasto cuando el clima aún está fresco para que puedan disfrutar de su desayuno tranquilamente. A partir de las diez de la mañana, cuando el sol comienza a calentar, lo corderos buscan una sombra donde cobijarse y allí se quedan, agrupadas, descansando y disfrutando de las magníficas vistas que rodean su hogar. Es entonces cuando el pastor, siempre pendiente de “su familia” se dedica a preparar el agua, la sal y deja cubiertas todas las necesidades que los corderos puedan tener durante el día; siempre con ayuda de sus perros pastores, sin los cuales sería muy complicado manejar una familia con tantos miembros.
El pastor trabaja de sol a sol para garantizar el bienestar de su rebaño; lo cuida, lo mima y lo llega a conocer tanto que es capaz de distinguir a cada uno de sus corderos. Un oficio 100% vocacional que sólo puede llevarse a cabo cuando se tiene un amor especial por la cría del cordero; cuando ves tu rebaño como tu propia familia. Un oficio cuya rutina es siempre la misma pero nunca deja de ser apasionante, ya que no sabes lo que te puede deparar el día; al fin y al cabo cuando sales al campo con “tus pequeños” siempre te pueden sorprender.
Cuando el sol se va, y el calor deja de apremiar a los corderos, estos pueden disfrutar de amplias hectáreas de esparcimiento en las que jugar y en las que cuentan siempre con agua fresca con la que saciar su sed y bloques de sal con los que cubrir sus necesidades de sodio. En los meses de mayor calor, como julio, agosto y parte de septiembre, sobre todo entre las 11 de la mañana y las 6 de la tarde, no es extraño ver a los corderos amorrarse para protegerse del sol. Esta práctica, en la que se reúnen en grupos en forma de rueda y esconden la cabeza unos debajo de los otros, pone de manifiesto una vez más que los rebaños no son simplemente una manada de animales que conviven en un mismo lugar, sino que son verdaderas familias en las que cuidan los unos de los otros.
Además de salir a pastar una o dos veces al día, de manera controlada y guiados por los perros pastor y por cencerros, los corderos son alimentados supletoriamente con heno, grano y pan para completar su alimentación en caso de que se encuentren en zonas donde el pasto pueda escasear; ya que los corderos pastan ávidamente en aquellos lugares donde haya alimento a ras de suelo o a poca altura.
Así la vida del cordero transcurre de manera tranquila, rodeado de familia, en los enclaves más bellos del país, donde pueden disfrutar de una vida plena y satisfactoria. Unos factores que influyen enormemente en el posterior sabor y ternura de la carne de cordero; una carne única que le debe su excelencia a su origen 100% natural.