Las vías pecuarias por las que los pastores y sus rebaños de ovejas atravesaban antaño la península en busca de los mejores pastos en las distintas estaciones del año cuentan, se han convertido hoy en un importantísimo patrimonio cultural que es necesario conservar.
El traslado del ganado, una tradición ancestral.
El traslado del ganado para aprovechar las ventajas y beneficios del clima, así como el mejor estado de los pastos, es una tradición ancestral que se ha convertido en símbolo de una cultura viva del medio rural. Una forma de vida que ha pervivido desde hace siglos hasta la actualidad, dejando como herencia un importante patrimonio cultural, histórico, artístico y gastronómico a su alrededor. Tanto es así que estos caminos y cañadas cuentan en nuestro país con protección legal gracias a una ley aprobada en 1995 en la que se protege las vías pecuarias.
Además, son bienes de dominio público de titularidad de las comunidades autónomas, lo que le confiere una protección especial que no tienen en ningún país de Europa, ya que el objetivo es favorecer su conservación, tanto de las propias vías como de todo el patrimonio y cultura surgido a su alrededor.
Las vías pecuarias nacieron en distintos países europeos como Italia, Francia y España mucho antes de que los romanos crearan sus calzadas para unir todos los pueblos del Imperio. Se trataba de vías lo suficientemente anchas para permitir el paso de grandes rebaños con un buen número de cabezas de ganado y a través de zonas con buenos pastos.
Desde entonces, estos caminos especiales han acogido a los pastores y sus rebaños en épocas como primavera o invierno en su búsqueda de alimento para el ganado. Aunque hoy en día el traslado a pie de los animales es una práctica que está a punto de desaparecer, nos ha dejado sin embargo un legado cultural único.
Las vías pecuarias en Europa y España
Estas redes de caminos han servido también como motor de desarrollo en las zonas rurales. Son vías tradicionalmente muy utilizadas ya que suponen el camino más corto, los ganaderos siempre elegían el trayecto más recto para la trashumancia debido a la cantidad de kilómetros que tenían que recorrer. En Europa, al igual que en España, han servido para unir zonas rurales, montes y regiones de pastos en las que los rebaños podían encontrar alimento de calidad durante las distintas estaciones del año.
Países como Inglaterra, Francia o Italia han contado con extensas redes de vías pecuarias. Se calcula que en Europa hay cuatro millones de hectáreas de terrenos agrícolas y pastos ligados de una forma u otra a la trashumancia y, con ello, a las vías pecuarias. Hoy esas cifras se han reducido considerablemente, pero siguen siendo vías de comunicación importantes y protegidas a lo largo y ancho del continente.
Se calcula que en España de los 100.000 kilómetros de vías pecuarias que hemos llegado a tener, actualmente quedan 25.000 kilómetros transitables. Vías que atraviesan prácticamente todas las comunidades autónomas y regiones y en las que aún hoy se celebra el paso del ganado. Una de las más importantes es la de Madrid, en la que cada otoño las ovejas toman el centro de la capital para recorrer su camino hacia zonas más verdes y con más pastos.
Cultura y patrimonio en torno a las vías pecuarias
En torno a estas vías se ha creado un importante patrimonio cultural y artístico que la tradición ha sabido conservar. Como el patrimonio arquitectónico, como chozos, esquileos, descansaderos o abrevaderos; cultural, como pinturas, literatura, música, danzas y leyendas; e inmaterial, como el gastronómico con platos tan tradicionales como las ‘migas de pastor’ o las calderetas.
Un patrimonio fundamental para preservar la memoria del mundo rural, de la cultura tradicional y de un modo de vida que, además, ofrece incontables ventajas al mundo actual. Sin duda, la mejor manera de honrar esta valiosa tradición es apostar por el pastoreo, su sistema de producción y sobre todo, el consumo de sus productos.